Sin dudas, la dieta alcalina es una de las más sonadas en los últimos años. Cada vez hay más gente que se anima a practicarla, en medio de la adhesión de muchos famosos y la proliferación de artículos propagandísticos en los medios y visitas de “gurús” en estas dietas; siempre con la esperanza de mejorar la salud y la forma.
Pero, aún con todas las promesas que nos hace, pensemos: ¿Será cierta tanta maravilla? ¿Vale la pena sacrificar tanto? ¿Estamos ante una dieta muy provechosa o ante otro cuento más?
Vamos por partes. La dieta alcalina, como su nombre dice, se enfoca en el consumo de los alimentos “alcalinos”, esto es, los que generan residuos alcalinos al exponerse a un calorímetro; este grupo de alimentos son en su mayoría frutas y verduras, y -se asegura- ayudan a aumentar el nivel de pH (grado de alcalinidad) en nuestra sangre. La evidencia de esto, afirman, se halla cuando medimos el pH de nuestra orina.
Esta dieta restringe el consumo del grupo opuesto de alimentos, es decir, los “ácidos” –principalmente carnes, lácteos y harinas- asegurando que de esta forma desintoxicamos nuestro organismo y, con ello, prevenimos (y hasta combatimos) males como los cálculos renales, la osteoporosis e incluso el cáncer. Lo ideal, según proponen, es tener un pH intermedio (esto es, alrededor de 7, en la escala del pH que va desde 0 hasta 14, de más ácido a más alcalino).
El problema es que esta dieta se basa en afirmaciones no comprobadas o simplemente erróneas. Primero, el pH de nuestra orina no es indicador del nivel de alcalinidad de nuestra sangre, el cual ya es bastante regular (en promedio 7,4) y muy difícilmente varía por factores externos como la alimentación debido a la homeostasis ácido-base. Tampoco el pH del tubo digestivo mostrará cambios significativos.
Por otro lado, el pH urinario sí puede experimentar variaciones con la ingesta de alimentos alcalinos, pero no prueba que estemos “desintoxicando” nuestro cuerpo: las secreciones que realiza obedecen a su función depurativa de desechos, los que en condiciones normales no son tóxicos. La orina será ácida si comemos alimentos ácidos, pero no por ello indica algo malo.
Otro aspecto a revisar es el de las restricciones. Podemos darnos cuenta que esta dieta no es balanceada y por lo tanto puede producirnos carencias peligrosas en sustancias importantes como ácidos grasos esenciales y fitonutrientes.
¿Y su capacidad para prevenir o combatir el cáncer y otras enfermedades? ¿No son verdad? ¿No es eso suficiente para hacer una dieta alcalina? Aquí te ayudaremos a comprobar la veracidad de esas afirmaciones.